top of page
Buscar

Mi hijo no quiere sentarse a comer: claves para recuperar la calma en la mesa sin castigos ni enfados

  • albimegias22
  • 23 may
  • 8 Min. de lectura

Es la hora de comer. Tienes la mesa lista, los platos servidos... pero tu hijo no aparece. O aparece y a los cinco minutos ya está bajándose de la silla, quejándose o diciendo que no le gusta. Y tú te preguntas: ¿por qué pasa esto? ¿Qué hago mal?


Respira. Esta situación es mucho más común de lo que piensas. No se trata de una mala conducta, ni de un problema que haya que corregir con urgencia. Muchas veces, tiene que ver con el desarrollo, la etapa en la que está tu hijo o la manera en la que entendemos (o no) lo que ocurre en la mesa. En muchas culturas se come en mesas más pequeñas, sentados en el suelo, con las manos... No es ni bueno ni malo, y este es uno de los casos en que aspectos culturales nos pasan factura y hacen que nos desconectemos de nuestros hijos, dando más importancia a cómo coge el tenedor que a lo que nos está contando que ha hecho en el cole. Este es un primer apunte que me gustaría que pensaras. Muchas personas comen de pie, en el campo, sentadas "mal" etc y no por ello son maleducadas o están peor nutridas. Vivimos en sociedad y entiendo que se le dé importancia a ciertos "protocolos" y eduquemos conforme a ellos, pero por favor, sin llegar al extremo de la rigidez ni descuidar lo verdaderamente importante.


Dicho esto, vamos a ver cómo podemos conseguirlo de forma más fácil para todos.


¿Por qué un niño no quiere sentarse a comer?


Vamos primero a entender por qué lo hacen. Demasiadas veces atribuimos sus comportamientos a manipulaciones o desobediencia porque simplemente no conocemos aspectos fundamentales de su crecimiento o desarrollo.


Desde el punto de vista psicológico y evolutivo, sentarse a la mesa implica muchas cosas para un niño:


  • Permanecer quieto durante un tiempo prolongado. Según a qué edad y qué temperamento...no es fácil. Y eso es lo normal.

  • Regular su atención y su cuerpo en un entorno que quizás no es estimulante. A veces comer es aburrido: estás sentado, sin estímulos (a poder ser) artificiales, a veces con personas que no te apetece o que aunque ames no están en su mejor día o versión, y quizá comiendo algo que no te parece demasiado sabroso, teniendo que trocearlo o esperar a que se enfríe. Esto según el día es un rollo para todos, eso lo tenemos que admitir.

  • Ajustarse a ritmos que no son los suyos. Una vez más los adultos queremos que sigan nuestras apretadas agendas, pero sus necesidades quizá no tienen nada que ver.


Además, hay factores que pueden influir:

  • Asociaciones negativas: comidas con regaños, tensiones o presión. Lo que te decía. En lugar de ir anticipando que van a comer algo rico y por fin compartir tiempo con personas que adoran, saben que va a ser un problema casi todo lo que hagan y que va a haber mal ambiente.


  • Necesidades físicas distintas: puede no tener hambre a esa hora. A lo mejor en ese momento que llega del cole muy activado necesita alguna actividad intermedia para poder pasar a estar sentadito un buen rato. O está tan cansado que le cuesta no retreparse en la silla o acabar dando una cabezadita en el plato.


  • Búsqueda de autonomía: necesita elegir, decidir, sentir que tiene cierto control. No es un desafío a tu autoridad. Es una expresión de sus necesidades, muchas veces no verbalizadas. Tuve un caso tan simple como que le resultaba más fácil comer el arroz con cuchara y la madre empeñadísima en que lo hiciera con tenedor. Quizá era simple preferencia, para el caso da igual. El niño tenía ya 8 años y se preguntaba qué más daba un cubierto u otro. Y yo creo que tenía bastante razón. Estaba desarrollando su capacidad de decidir sobre algo tan suyo y tan absurdo y quería ponerla en práctica, sin más. Después de 7 o los años que llevase comiendo arroz incómodo por evitar la regañina de la madre, ya era hora de que se rebelase, ¿verdad?


Lo que no funciona (y genera más rechazo)


Las frases y estrategias que más usamos muchas veces son las que más dañan el vínculo y perpetúan el conflicto: "Te sientas porque yo lo digo, "Si no comes, no hay postre.", "Qué mal te portas, todos los niños se quedan sentados, Encender la tele o poner una tablet para que coma "sin darse cuenta".


¿Te das cuenta que no tiene NINGÚN SENTIDO? Son frases aparentemente socorridas que nos han dicho y a veces decimos sin cuestionar. Pero si las piensas, no son respetuosas, pero es que ni siquiera útiles.


Por un momento me he metido en sus cabecitas a ver qué puede ser alguna de las cosas que piensan. Sé que parece una reducción al absurdo, pero es que hacemos cosas así de absurdas en algunos casos, eso es así:


  • "Te sientas porque yo lo digo."

    ¿Por qué tengo que respetar la autoridad sin entender por qué? ¿Por qué es tan extremadamente importante que esté sentado?


  • "Si no comes, no hay postre."

¿Por qué me chantejeas con lo del postre y a mí me llamas chantajista por no darte un beso cuando sencillamente no quiero hacerlo? ¿Y por qué el postre es un premio al que para optar tengo que pasar por la comida, que por lo que veo es un castigo?


  • Qué mal te portas, todos los niños se quedan sentados."

Veo a muchos niños que no se quedan sentados, ¿a qué viene eso de todos? ¿Está mal estar de pie, en el suelo o simplemente en otra postura? ¿Eso es portarse mal?


  • Encender la tele o poner una tablet para que coma "sin darse cuenta".

¿Por qué quieres que coma sin darme cuenta? Jo, me flipa esta comida y me encanta comer contigo, quiero darme cuenta de absolutamente todo, y disfrutarlo. Quiero saber cuando estoy lleno y poder decirte si algo no me gusta. Quiero estar aquí al igual que estáis vosotros.

Estos recursos pueden funcionar a corto plazo, pero a largo plazo enseñan a desconectarse del cuerpo, a obedecer por miedo o a comer sin presencia.


Lo mismo que con estos ejemplos, puedes hacer con la mayoría de frases que te veas repitiendo. Dales una vuelta en tu cabeza, empatiza y ponte en la suya. Y sobre todo, si expresa estos pensamientos en voz alta, escúchale. Escucha lo que piensa y siente y, antes de cerrarte en banda porque tú eres la adulta y tienes la razón, reflexiona y cuestiona si quizá no es así. O si aunque se mantenga la norma hay que flexibilizarla.

"No se come con la tele puesta", " No comer productos ultraprocesados" o "No comer tirados en el sofá" son ejemplos de frases aparentemente positivas pero que, como todo, no lo son llevadas extremo. ¿Qué pasa si un domingo queremos repanchingarnos juntos en la manta y comernos un tazón de palomitas viendo una peli divertida? NADA. Eso es lo que pasa. Ni le va a subir el colesterol, ni va a ser un maleducado tumbándose en el comedor del cole ni va a generar un problema de atención o alimentación por estar más pendiente de la pantalla que de las palomitas. Va ser un momento que compartáis juntos que seguro le va a traer más bien que mal. Seguro va a ser un buen recuerdo y experiencia. No seamos rígidos tampoco en "lo bueno"


Cómo transformar la mesa en un espacio de conexión


✦ Ritualiza el momento

Haz del momento de comer una mini rutina que lo prepare emocionalmente: lavar las manos juntos, poner la mesa con él o encender una vela. Eso lo ayuda a transicionar del juego a la calma.


✦ Ajusta tus expectativas


Un niño pequeño no va a quedarse 30 minutos sentado. Puedes permitir que se levante y vuelva, dentro de ciertos límites. La rigidez no enseña, sólo desgasta. Y esto es difícil de entender teniendo en cuenta que es lo que hacen en la mayoría de colegios. Las expectativas en general no son positivas, y conocer a tu hijo y sus necesidades te ayuda a hacerlas más realistas.


✦ Implica a tu hijo


Dale pequeñas decisiones: "¿Prefieres este plato o este otro?", "¿Quieres poner el pan o el agua?". Ser parte del proceso lo motiva. Les encanta involucrarse en las tareas diarias y participar de su propia vida. Dale ese espacio, más adelante querrás que lo haga y quizá él ya no.


✦ Quita las pantallas, pero no el juego


Un ambiente lúdico no es enemigo de la nutrición. Puedes contar una historia, inventar un personaje que visita la mesa, usar platos de colores… No es distraer, es conectar. Puede sentarse en el suelo a dar de comer a sus muñecas, y está tan enfrascado que come él también. O podemos hacer un plan de domingo con una serie de recompensas en diferentes puntos de la ruta, tesoros que tendremos que comer en diferentes posiciones. Invitarles a comer con la mano no predominante o con los ojos cerrados... es divertidísimo para todos, y también da plasticidad al cerebro y enseña tolerancia a la frustración, paciencia, y que hay muchas formas de hacer las cosas.

"No se trata de que coma sin pensar, sino de que disfrute sin presión."

Claves prácticas para mejorar los hábitos en la mesa


  • Mantén horarios regulares, sin improvisar las comidas. Tener planificación y preparar con antelación es clave para vivir más tranquilas y mejor. Pero tampoco te lo lleves al extremo.


  • Asegúrate de que llega con hambre: evita los picoteos antes de comer.


  • Crea un entorno tranquilo: sin pantallas, sin gritos, sin correcciones constantes.


  • Modela: siéntate tú, come con placer, muestra disfrute. Eres su mayor ejemplo.


  • Habla desde la validación: "Hoy te cuesta estar en la mesa, está bien. Mañana lo intentamos de nuevo." Aclara siempre que le entiendes, que es natural lo que está sintiendo y que le quieres igual. Que sepa, y tú también, que hay que hacer las cosas de forma "errónea" muchas veces antes de conseguirlo. Y que, aún así, depende del día. Todas a veces comemos mirando Instagram o haciendo malabares en el sofá. Y no se acaba el mundo.


Cuando el problema se repite todos los días

Si cada comida se vuelve una lucha, es momento de mirar más allá del plato:


  • ¿Hay cambios recientes en su vida? Escúchale y empatiza. A veces cuando van madurando se sienten diferente. O hay épocas que está más intranquilo, o está dando el estirón y tiene más hambre. Quizá tiene problemas en el colegio, o duerme mal... Los cambios nos zandarean a todas y tenemos que ser compasivos con los suyos y ayudarles a transitarlos.


  • ¿Cómo está su vínculo contigo en otros momentos del día? Repasa y piensa en vuestra relación. Sin juicio ni castigo, ni culpa. Mira en qué podéis mejorar y si lo que está pasando es algo concreto de la mesa o se extiende a otros planos.

  • ¿Tiene espacios para decidir, elegir y ser autónomo? Según su edad y personalidad, piensa si le estás dando el suficiente espacio, si estás siendo demasiado permisiva o cayendo en extremos sin sentido que le hacen sentirse con ganas de rebelarse.


A veces el conflicto en la mesa no es sobre la comida, sino sobre la relación. Sobre cómo se siente mirado, escuchado, contenido.

"El momento de la comida es muchas veces el espejo del vínculo familiar."

Lo que sí puedes sembrar desde hoy


  • Que la mesa sea un lugar seguro, no un campo de batalla.

  • Que el respeto también se sienta cuando no se cumple con lo que esperas.

  • Que los vínculos se fortalecen más con presencia que con exigencia.

"Si tu hijo aún no puede quedarse sentado, quédate tú. Presente, amorosa, disponible. Eso también alimenta."

En resumen

Que tu hijo no quiera sentarse a comer no es un problema que necesite castigos. Es una oportunidad para educar desde la comprensión, el vínculo y la confianza.

Tu tarea no es controlar cada bocado, sino cultivar una relación sana con la comida y contigo.

Si esta etapa te está agotando, si sientes que cada comida es un nuevo reto y ya no sabes qué más hacer, escríbeme. Estoy aquí para acompañarte. Porque cuando cambiamos el enfoque, todo cambia.





 
 
 

Comments


bottom of page