Mi hijo come peor que antes: cómo acompañarlo sin agobios (y sin perder la calma)
- albimegias22
- 7 nov
- 7 Min. de lectura

Llega la hora de comer y, sin saber cómo, empieza la tensión. Tu hijo no quiere sentarse, tú insistes, él protesta… y acabáis los dos enfadados.
No te pasa solo a ti ni sois criaturitas en peligro de extinción, es lo más normal.
Comer no debería ser una batalla diaria. Hemos normalizado tanto que, la maternidad, en general, sea una lucha, un desafío, un agotamiento… que olvidamos centrarnos en la solución en lugar del problema. En realidad, la mayoría de las veces el problema no es la comida, sino el ambiente, la presión o las emociones que se viven en la mesa.
Hoy quiero darte 5 ideas sencillas para volver a disfrutar de la hora de comer, sin enfados ni culpa.
QUÉ ESTÁ PASANDO
Cuando un niño rechaza la comida, no está intentando manipularte. Está expresando algo que no sabe poner en palabras: cansancio, necesidad de control, falta de hambre real, o simplemente ganas de juego.
Desde la psicología sabemos que la comida no es solo nutrición: es vínculo, emoción y aprendizaje .Cuanto más presionamos, más activamos su sistema de defensa; cuanto más confiamos, más capacidad tiene de autorregularse.
Por eso, más que si come 50 gr más de brócoli o cierra bien la boca al masticar, debemos cambiar el enfoque en lo que SÍ funciona y en mejorar ese vínculo y relación, entre nosotras y con la comida.
El objetivo no es que coma más, sino que aprenda a escuchar a su cuerpo y a disfrutar del momento en familia.
5 CLAVES PRÁCTICAS PARA VOLVER A DISFRUTAR DE LA HORA DE COMER
1. Baja las expectativas
No necesitas que tu hijo coma perfecto, sino que se sienta tranquilo.
Si un día no come tanto, no pasa nada. Su cuerpo sabe autorregularse mejor de lo que crees. Cuando vivimos conectadas con nuestro cuerpo, él solito nos dice qué necesita.
Esto es un trabajo enorme para muchas madres porque, desde el amor más absoluto, queréis que no le falte hierro y sí o sí les metéis lentejas, que no se resfríe y le ponéis la sudadera aunque esté sudando, que no “la líe” en el bar y le dais una pantallita para que “los demás no vayan a pensar…” Muchas lo hacéis con buena intención, me consta.
Pero repito. Más importante que esa proporción de hierro (que no depende exclusivamente de las lentejas por suerte también para mí jeje), ese resfriado (que también sabemos que no se coge por pasar frío) o esas “opiniones” (que no deben importaros lo más mínimo) es que paséis un buen rato comiendo, compartiendo y nutriéndoos.
Trastornos importantes o enfermedades aparte, puedes estar tranquila de que si tu hijo tiene comida disponible y hambre, comerá. Confía en él y en su capacidad de regularse.
Siempre va a hacer algo “mal” si te enfocas ahí, más teniendo en cuenta que está aprendiendo. No ha venido a este mundo a cumplir tus expectativas. Relájate, por el bien de los dos.
2. Haz del ambiente tu aliado
Evita las pantallas y los gritos. Un entorno tranquilo favorece la conexión.
Prueba con música suave, conversación o una pequeña rutina que anticipe el momento. Por ejemplo: “vamos, cada uno cuando pase por la cocina coge su plato”. O “después de comer cantaremos una canción”
También te pasará a ti. Si llegas estresada y cansada (spoiler: tu hijo también se cansa), hay muchas cosas en medio, no hay comida preparada, hay mucho ruido y discusiones, llueve, se avería la lavadora… ¿Crees que si te pones a comer vas a digerirlo bien, vas a disfrutarlo? Seguramente no.
Esta estampa se la encuentran los niños con frecuencia. Hay cosas que no dependen de nadie, otras que de ti o tu pareja, otras de ellos y otras de todos juntos.
No se trata de buscar culpables, ya lo dicen mis queridísimos Antoñito Molina y el Arrebato: el amor no es un juicio penal.
Se trata de poner de tu parte, solucionar y mejorar lo que sea tuyo y animar al resto a responsabilizarse, y crear ENTRE TODOS, una mesa ordenada, dejar las tensiones para hablarlas más tarde, en problema con el jefe en la oficina, la creatividad para inventar el plato…
3. Dale pequeñas elecciones
Elige tú los alimentos, pero deja que él decida cómo o cuánto comer.
Ejemplo: “¿Prefieres empezar por el arroz o la verdura?”Sentirse parte de la decisión reduce su necesidad de oponerse.
De esto te he hablado más veces pero repito porque es importantísimo. Puede pasar que “siempre” quiera comer lo mismo. Entrecomillo porque es rarísimo que en las 5 comidas los 7 días de la semana, quiera un yogurt o patatas fritas. Pero lo pongo así porque es lo que a veces me decís, es una forma de desmontar esa creencia e ir a la realidad.
Si es algo medianamente sano y lo que realmente ocurre es que le gusta mucho la sopa y quiere cenarla cada noche, déjalo. Hay personas que estamos muy tranquilas comiendo casi siempre los 10-15 platos más frecuentes, estamos nutridas, sanas y felices, pues ya está. Cámbiale el acompañamiento o haz diferentes sopas y listo.
Lo que suele pasar, bastante (lógico) es que quiera a todas horas chocolate, macarrones y ultraprocesados varios. Cuando una madre me dice en consulta, preocupadísima ella: “Alba es que mi niño comería chocolate todo el día” Yo sonrío con la mayor de las ternuras y digo muy tranquila:” Claro, yo también” Más que burlarme, ni muchísimo menos, la estoy invitando a que se relaje, empatice y normalice lo normal. Cuando algo nos gusta mucho queremos tomarlo siempre. Tú, yo y tu niño. Nosotras somos adultas y en general planeamos o pensamos (sin llevarlo mucho al control, que tampoco es sano) y decidimos si tomarlo o no. Aún así, a veces “nos pasamos” Tú, yo y tu niño. En ellos será un poco más difícil y a veces sí que tendremos que ser las adultas quienes pongamos cierto “orden” aquí. Sin prohibir ni demonizar, informando y con cariño.
Este es un melón tremendo (o una bomba de chocolate y que estamos jeje) que abriré con detalle en el próximo artículo. Es difícil de explicar y no quiero que se malinterprete nada en un asunto tan serio y complicado.
Déjale elegir, confía en su criterio, pero obviamente lleva tu las riendas y usa tu sentido común. Si quieres que coma fruta flexibiliza a que sea manzana en lugar de mandarina, o déjale que coma mandarinas si le encantan a diario, pero no le des como alternativa un dulce porque claramente lo elegirá (o no pero eso ya en el próximo artículo jeje)
4. Valida sus sensaciones
Si dice “no tengo hambre”, evita responder con “¡pero si no has comido nada!”.En su lugar, di: “Entiendo, quizás luego te apetezca”.Así le enseñas a confiar en su cuerpo, no a comer por obligación.
Pensamos que los niños necesitan de nosotros para que los regulemos. En ocasiones es así, obviamente depende de la edad, pero suele pasar porque les educamos para ello. En casa, en el colegio, a veces no fomentamos su autonomía porque hay un horarios y exigencias que hacen que sientan que no pueden (o no saben) expresar qué necesitan.
Al final es una sensación de: “¿para qué voy a decirle a mi madre que me apetece pera si en su planning pone plátano y no me la va a dar?” “Me estoy haciendo pis pero la seño hasta la hora del recreo no me va a dejar salir”
Me lo estoy llevando al extremo, simplemente pretendo que entiendas que muchas veces no necesitan que les digas qué les apetece comer, si tienen que ponerse un abrigo o irse a dormir, porque eso ya se lo dice su cuerpo. Mejor enséñale a escucharse, a estar atento a sus necesidades. Cuando lo haga, anímale a cumplirlas por sí mismo en la medida que pueda, y ayúdale tú a las que aún no.
5. Transforma la comida en un momento agradable
Hablad de vuestro día, contad historias, reíd. Si la mesa se asocia con placer y vínculo, comer se vuelve algo natural.
De verdad que no es necesario ser la Preysler y recibir a tus invitados con una fuente perfecta de bombones (que oye, si es así, invítame jaja) No necesitas mucho tiempo ni esfuerzo si no quieres dedicarlo, que si es así, genial también.
Unas servilletas dobladas diferente o con mil dibujos que hay en cualquier sitio. Un vaso especial para cada uno que quizá habéis pintado una tarde como manualidades todos juntos. Contad historias que os recuerden en ese momento, relacionadas con lo que se está comiendo, o algo que os cuentan que ha pasado en el cole… Simplemente estar. Aunque estemos comiendo en silencio, comer juntos. Que levanten la mirada y vean a sus padres, sus hermanos, abuelos o amigos, con quienes estén. Que no vean el dibujito animado de turno o, lo que es peor, cotilleos y noticias devastadoras. Que sientan que pueden confiar en las personas que hay ahí. Que saboreen lo que se están comiendo y sientan el placer del caldo calentito cayendo por su cuerpo o la satisfacción de un vaso de agua cuando vienes “fritico”
REFLEXIÓN FINAL
A veces buscamos estrategias para que los niños coman más, cuando lo que realmente necesitan es que los adultos estemos más presentes.
Comer juntos no es solo nutrir el cuerpo, es nutrir el vínculo.
Cuando bajas la exigencia, recuperas la conexión.Y cuando hay conexión, la comida fluye sola.”
Si te sientes identificada y te gustaría tener más ideas prácticas para transformar las comidas en momentos de conexión, aún puedes volver a ver mi masterclass gratuita:🌿 ‘12 ideas para volver a disfrutar de la hora de comer’.
Aprenderás cómo acompañar a tu hijo sin presiones, desde la calma, la confianza y la alegría.
Te animo a que compartas este texto con quienes puedan estar interesadas. Gracias por leerme, te abrazo.
Y tú, “¿cómo vives la hora de comer en casa? Cuéntamelo en los comentarios.



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