¿Tiene menos energía por el calor, por lo que come o porque no descansa?
- albimegias22
- 3 jul
- 5 Min. de lectura

Verano, cansancio y poca hambre: ¿es normal?
Cuando llega el verano, muchas madres se preocupan porque notan a sus hijos más apáticos, con menos energía o con menos ganas de comer. Lo primero que solemos pensar es: ¿estará comiendo lo suficiente? Pero muchas veces la respuesta no está solo en la comida. Y por eso hoy quiero ayudarte a comprender a tu hijo, también en verano.
El calor, los horarios más laxos, los cambios en la rutina y las noches de sueño más cortas o de peor calidad influyen mucho más de lo que creemos en su apetito, su comportamiento y su bienestar. Y es ahí donde tenemos que poner el foco: en el equilibrio entre sueño, alimentación y energía.
Nos pasa también a las personas adultas, se nota que los días son más largos y nos da tiempo a disfrutar más, pero también a cansarnos más. Es importante mantener la temperatura de la habitación estable (ni mucho calor pero tampoco mucho frío) para poder descansar adecuadamente. También cuidar qué se come frente a la cantidad. Es el momento perfecto para comer mucha mucha fruta y cosas fresquitas. Vamos a ver cómo conseguirlo.
¿Cómo el sueño infantil y la alimentación están conectados?
Ya hablé en un artículo anterior La relación entre la alimentación y el sueño infantil: Mejora el descanso de tus hijos sobre esta parte con más profundidad. En verano conviene recordarlo porque muchas personas descansan peor y están peor al día siguiente, y esto lo notamos nosotras y lo notan ellos.
Cuando un niño no duerme bien, es habitual que sus señales de hambre y saciedad se desajusten. Puede tener antojos constantes, pedir dulces con frecuencia o directamente no querer comer nada. Y esto tiene una explicación sencilla: el cuerpo intenta compensar la falta de descanso con energía rápida (azúcar), o bien está tan agotado que no puede ni procesar el hambre.
👉 Ejemplo real: un niño que se acuesta tarde y se levanta con sueño, probablemente no desayune bien. Luego, a media mañana, tiene un bajón de energía y pide un bollo o zumo azucarado. Después, llega la comida sin hambre real y termina picoteando toda la tarde. Y así se va alterando no solo su alimentación, sino también su estado emocional y su nivel de energía.
Todas hemos tenido días así y si ocurre un día no pasa nada, a veces hasta apetece. Como siempre el problema es que esté así todo el verano y los problemas de salud y comportamiento que esto puede traer.
¿Cómo saber si tiene hambre o sueño?
A veces no está claro si el niño necesita comida o descanso. Aquí tienes algunas pistas según su edad. Claramente no son literales, cada niño y familia con sus circunstancias es un mundo. No es tan fácil (ojalá). Nadie mejor que tú (o tu pareja) conocéis las propias de vuestros hijos, pero generalmente estas pistas suelen ayudar a identificarlo:
En bebés y niños pequeños (0-3 años)
Llora o se irrita incluso después de comer → puede ser sueño
Rechaza comida habitual sin razón aparente → quizá necesita dormir
Come medio dormido → está agotado
En edad preescolar (3-6 años)
Cambia de humor al atardecer → suele ser señal de sueño
Pide dulces o snacks sin apetito real → puede ser aburrimiento o fatiga
Se “distrae” al comer → no está centrado porque está cansado
En niños mayores (7-10 años)
Expresan frases como “no tengo ganas de nada”
Aparecen quejas físicas (dolor de barriga, cabeza…) sin causa aparente
Muestran más irritabilidad o desconexión emocional
Consejos prácticos para mejorar el sueño y la alimentación
Evita pantallas antes de dormir
No te diré que las uses tampoco a otra hora, pero mucho menos antes de ir a la cama,, ni absolutamente para que se duerma con ellas.
Las pantallas estimulan y alteran el ciclo natural del sueño. Intenta apagarlas al menos una hora antes de acostarse y sustituirlas por cuentos, baños relajantes o música tranquila.
Quizá este sea el momento ideal para disfrutar de una sobremesa de juegos, de compartir experiencias, o simplemente dar un baño más larguito o estar acurrucados. A lo mejor si estáis de vacaciones y no hay que madrugar pueden hacerse noches especiales de estar todos juntos. Incluso si trabajas puede que esa sea la hora en que os veis y podéis compartir. No cambies eso por una pantalla.
Fomenta el juego libre y la conexión con la naturaleza
El cuerpo necesita moverse, gastar energía y regular su sistema nervioso. El contacto con la naturaleza y el juego al aire libre son clave para que llegue la noche con ganas de descansar y hambre real.
Si os vais a la playa o a una casita rural aprovechad para dar algún paseo al final de la tarde, o simplemente comeros un bocata a la sombrita, pero en contacto con la tierra, con la arena, respirando los árboles, comiendo directamente sus frutos... Tomemos el solecito siempre con cuidado, es bastante antiinflamatorio y beneficioso para diferentes vitaminas, además del estado de ánimo.
Puede que en verano tengamos más tiempo libre y merece la pena aprovecharlo porque esto nos hace bien a todas y nos aleja del aburrimiento.
Crea horarios regulares de comida y descanso
Es difícil cuando estamos de vacaciones, vienen familiares, hay ferias... Y este "descontrol" es una de las partes positivas del verano. Soltar el control, no tener horarios, no tener que ir a un lugar, conectar con nosotros y lo que nos apetece. Es genial vivir eso y necesario.
Pero, en la medida de lo posible, no te vayas al extremo, sobre todo si tienes niños. Las rutinas dan seguridad y ayudan a regular los ritmos internos. Puedes adaptar los horarios al verano, pero manteniendo cierta coherencia (por ejemplo: cena antes de las 21 h y mínimo media hora sin pantallas después).
Claves por edad
En los más pequeños: rutina visual o canciones para anticipar el momento de dormir y comer.
En escolares: permite cierta flexibilidad, pero establece una base estable de horarios.
Ofrece alimentos que favorecen el descanso
Hay cenas que ayudan al cuerpo a relajarse y preparar un sueño profundo. Algunas ideas:
Crema templada de calabaza, avena o zanahoria
Huevos cocidos, tortilla o pescado blanco
Yogur natural con plátano y canela
Tostadas integrales con aguacate o aceite de oliva
Fruta fresca: cerezas, plátano maduro, mango
Evita cenas copiosas, fritos o azúcar refinado justo antes de dormir.
¿Por dónde empezar? Un cambio a la vez
Sabes que siempre te pido poco jeje No necesitas hacerlo todo de golpe. Observa qué os está afectando más y empieza por ahí: una noche sin pantallas, una merienda natural, una siesta después de un día intenso… Escucha, prueba y adapta.
Ten paciencia, sé que es difícil para todos adaptarse a esta nueva rutina, aunque sea mejor. Y sé que pasáis más tiempo juntos y aunque es un placer también hace que haya más conflictos. El calor estresa, la falta de descanso también, el descontrol, aún más. Id probando lo que mejor os viene y adaptaros a vuestras circunstancias..
Reflexión final: comprender a tu hijo también es esto
No se trata de hacerlo todo perfecto, sino de ser más conscientes de lo que de verdad necesitan. El cansancio puede parecer hambre. El aburrimiento puede parecer deseo de dulce. Y la desconexión con el cuerpo empieza por el adulto.
Cuida los ritmos, el entorno, los mensajes que transmites. Respeta su cuerpo y el tuyo. Enséñale a escuchar sus necesidades y a descansar cuando el cuerpo se lo pida. Todo empieza ahí.
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Te abrazo, comparte con quién pueda necesitarlo. Ojalá verte en esa masterclass, si no es así espero que podamos compartir en redes sociales. GRACIAS.
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