De familias y festividades: Cómo manejar conversaciones difíciles en Navidad
- albimegias22
- 19 dic 2024
- 6 Min. de lectura

Ya llega la Navidad. Hay personas que la adoran: recorren las calles, incluso de diferentes ciudades para ver las luces y merendar algo calentito, decoran mucho su casa, se apuntan a todos los “saraos” y zambombas, hacen planes casi a diario con familiares y amigos…
Hay otras personas que simplemente no la celebran por decisión personal o que no les apetece porque se sienten tristes: han perdido a alguien recientemente, están lejos de su familia, tienen malas relaciones familiares…
Yo he sido ambas, y quizá tú también. Hay momentos en la vida para todo y está bien que sea así.
Este año estoy ilusionada y me apetece. Pero ha habido Navidades en que no ha sido así. Entre otras razones, yo también sé lo que es tener miedo a sentarte a la mesa con algunos familiares y amigos. Miedo a sus comentarios, reproches o actitudes. Quedar con gente por inercia, por pereza, por no decir no, porque son tu X y tienes que cumplir… Pasar horas rodeada de personas y llegar a casa sintiéndome más sola que nunca. No tomar alcohol o cualquier otro alimento que no me sienta bien y que siempre alguien opine. O tomar mucho y que también haya malas caras.
¿Te suena? Ojalá que no, pero me temo que para muchas personas esto es más común de lo que parece. Y lo peor es que no solo ocurre ahora, esto pasa todo el año y a veces llegas a cancelar planes solamente por evitar eso.
En este perfil se habla de psicología, educación y nutrición, todo junto, como debe ser. Y en estas sugerencias que te voy a dar ahora, aunque me dirija a ti, está claro que también se incluye lo que tienes que hacer respecto a tu hijo, es aplicable a ambos. Me lo habéis pedido por mayoría aplastante en la encuesta de Instagram, así que, aquí lo tenéis. Vamos a ver qué podemos hacer para disfrutar o, al menos, salir “ilesas” del intento.
1. NO es una palabra preciosa
Úsala. Si no quieres tomar algún alimento, alcohol, o simplemente ya estás llena y no quieres el quinto bombón o el décimo chupito, DILO. Si tu hijo no come determinadas cosas, pide que no se le ofrezcan. Si puede ser, hazlo antes de esa gran cena, cuando estéis hablando de los preparativos, para que sea una “incomodidad” que evites ese día especial. Lo dices y lo haces. E ignoras comentarios, intentos de “negociación”, malas caras, opiniones… Todo eso es externo a ti, céntrate en tu cuerpo y tus emociones, en tus necesidades, y no en las suyas.
Si lo piensas bien, puede que se den estas dos opciones.
Que estés rodeada de familiares y amigos que te quieren: en ese caso van a respetarte y cuidarte, y también tus elecciones
Que estés un poco “forzada” porque es una cena ineludible a la que tienes que ir sí o sí por trabajo, familia política, etc. En ese caso debe importarte poco qué piensen de ti, lo importante eres tú y, en su caso, tu hijo y su salud y bienestar.
(Que conste que siempre recomiendo no ir forzada a ninguna parte, aunque suene raro y te juzguen, pero entiendo que en algunos casos no hay otra opción)
2. Redirige las conversaciones
En todas las cenas salen temas que nos resulta algo incómodos, en todas. Quizá son cosas muy graves o quizá solo molestas, pero simplemente no te apetece hablar sobre ello o al menos no con esa persona. Usa tu mejor arma, la asertividad, para decir amablemente: “Prefiero que hablemos de otra cosa”, o “Bueno, ya he comentado un poco sobre esto, no es momento de profundizar” …
Cuando se trata de tu hijo, te lo pido aún con más insistencia. No hables de sus cosas si él no quiere. En especial, de sus trastadas, malas notas o “errores” No es momento de ridiculizarle públicamente. Recuerda que tú estás incómoda muchas veces precisamente por eso. Si le preguntan directamente a él (cosa que no suele ocurrir, pero ese es otro melón) déjale que responda lo que considere y no hable de lo que no.
Si necesitas echarle un cable, hazlo. Quizá para ti es tu suegra pero para él es su abuela, además de que es un niño, te resultará más fácil cortarle a ti.
Si su respuesta es “inadecuada” (hoy estoy abusando de comillas pero es que hay un montón de cosas que yo veo normales y la sociedad no)
Espera un momento a ver si él mismo lo “arregla” y se explica mejor o a ver la respuesta de la otra persona y cómo salen del paso.
Si ves que no, interviene, con cariño invítale a hacerlo mejor
Eso sí, entendiendo siempre que todas metemos la pata hablando, aún más cuando nos ponemos nerviosos. Es una personita, entiéndelo.
3. Planifica y prepara con antelación
No solo me refiero a la comida y el menú, que oye, también sabes que soy muy fan de la organización, da mucho tiempo y claridad, que para mí son innegociables.
También es lo que te decía antes. Acuerda con las personas que dan la cena y/o cocinan qué vais a tomar, de acuerdo a las elecciones de todos. Lleva tú algo si quieres comer diferente para no obligarles a hacerlo a ellos que quizá no quieren. Explícales si tus hijos no comen azúcar o tú no bebes alcohol que por favor lo respeten, que está bien así para vosotros y debe estarlo también para ellos. Si os gusta el “cachondeo” y queréis luego montaros un rato de villancicos, karaoke, disfraces… proponlo, preparadlo y adelante. No toda la celebración debe girar en torno a la comida y bebida, hay muchas maneras de celebrar maravillosas que ayudan a fortalecer esos vínculos y disfrutar unidas.
4. Las conversaciones con tu pareja o hijos, después
No es el momento de resolver un conflicto que no sea urgente.
Me explico.
Si de repente el niño corriendo rompe un vaso, el padre le grita, el primo llora y tu cuñada te mira como si fueses la peor madre del mundo, cuando es algo “urgente” tienes que intervenir. Claramente tienes que hacer algo. A poder ser resolver el problema causado (limpiar el agua, barrer los cristales e ir a por otro vaso) y pedirle que no corra cerca de la mesa, y al resto que se relajen, por ejemplo.
Si tu famoso cuñado saca el tema del ascenso de tu pareja o del problema que tiene tu hijo en el cole, no es momento de hablarlo ahí. No es el lugar para tener una discusión de pareja o con tus hijos. Eso se hará en casa, no delante de todo el mundo. Y si tu pareja quiere, por ejemplo, pedir también opinión a su hermano sobre esa decisión o hablarlo con un amigo, lo hará en un ambiente más propicio, no con toda la familia delante en un momento “festivo”
5. DISFRUTA
Es un clásico ya para mí acabar mis textos con esta invitación. Es a lo que te invito siempre. Desde lo más pequeñito que hagas, hazlo feliz, agradécelo y aprovéchalo, que estamos aquí un ratito.
Pon el foco en agradecer que estás sentada a la mesa, calentita, llena de comida y rodeada de los tuyos, que estás sana, que estás viva. No lo pongas en un comentario que quizá hasta viene con buena intención. Ten tú el control como te he dicho antes. No tengas tan en cuenta lo que van a pensar de ti por tu manera de educar, quizá diferente a suya, solo en que tus hijos estén creciendo y desarrollándose sanos y felices, y quizá los suyos también. Déjalos que hagan trastadas, que jueguen con sus primos y amigos, que hagan cosas de niños…
Y si tu plan es estar con tu familia más cercana únicamente, o sola, o con amigos, o si hay alguna circunstancia negativa… Abrázate también. Hazlo. Si por algún motivo necesitas celebrar a pequeña escala, o no hacerlo, hazlo así. Acepta lo que sea que haya en tu vida, busca la mejor forma de transitarlo, y adelante.
La Navidad, como cualquier construcción social es eso. Son días, sin más, en los que tienes que hacer lo que mejor te venga y más te apetezca. Lo que cuide más tu cuerpo, tu mente y tu alma, como el resto del año.
Y, si tienes hijos, por supuesto también para ellos. Si este año toca pasar la Nochebuena con un bebé llorando y las tardes haciendo galletas en lugar de en una discoteca o terraza, pues eso, es lo que toca. Agradece y celebra también eso.
Hay muchas Navidades. Sea cual sea la tuya, hazla bonita. Que pases unos días muy felices, llenos de amor, de ese que lo engloba todo, a ti, a los tuyos, a la vida… Te abrazo un poquito más fuerte en esta ocasión.
Esta vez no te voy a dejar ningún botón ofreciéndote un servicio ni pidiéndote nada. Es momento de descansar, para todos, y mi único propósito ahora es que estés bien. Si te apetece compartir para ayudar a alguien, te lo agradeceré muchísimo.
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