Comentarios que pesan más que los kilos
- albimegias22
- 20 jun
- 7 Min. de lectura

¿Has sacado ya el bikini? Mejor dicho, ¿te lo has puesto ya y te has dado un remojón?
Todos los años es la misma historia: escuchas en la cafetería que no tomarán un pastel porque están “en la operación bikini”, en la tienda que van a comprar lechuga (qué manía con la lechuga también te digo jeje) porque no les entra la ropa del verano pasado, y en la piscina a personas hablando (como sieeempre) del cuerpo de otras (y no suele ser para piropearlo, ojalá)
Y un año más se hace necesario reflexionar sobre esto, cada vez más frecuente. Es fundamental hablar sobre el tema, divulgar y de alguna forma contribuir a que deje de normalizarse una sociedad en que se premian y alaban ciertas conductas que de saludables tienen poco, a todos los niveles.
Se intensifica la importancia cuando tenemos niños a nuestro alrededor. Todo lo que vean y escuchen va a condicionar su comportamiento, su forma de tratar a otros, y sobre todo de tratarse y verse a sí mismos.
¡Al agua!
1. Lo que parece inofensivo y lo que realmente transmite la “operación bikini”
Nos parece que no tiene importancia porque diariamente (DIARIAMENTE) estamos viendo y escuchando estas barbaridades. Tan normalizado que ni siquiera nos lo cuestionamos.
Lo preocupante no es que a veces no nos guste algo de nuestro cuerpo o que queramos comer más saludable, eso es normal y está bien. Lo que no debería ser es lo normalizado que está que todo el mundo esté a dieta, que nos veamos mal, que no nos gustemos, que no nos aceptemos, que estemos constantemente luchando en contra de nuestro cuerpo, que es lo más valioso que tenemos. Y también, claro está, del cuerpo de otras personas que nos hacen de espejo para bien o para mal. Y que nos sintamos en el derecho de comentar o hacerles sentir mal. Discúlpame, esto no es normal ni se debería normalizar.
Nos sentimos presionadas por una sociedad que valora más la estética que la salud. Por discursos supuestamente amables con tu cuerpo que no hacen más que odiarlo, disfrazados de “buena fe” Si de verdad quieres a alguien y de verdad quieres que la sociedad avance, lo primero que tienes que hacer es respetar sus decisiones, y lo segundo invitar a la felicidad y a la salud, pero no a tu concepto de la misma, sino al de cada una.
2. Los comentarios que escuchamos... y los que se quedan dentro
Puede parecer exagerado hablar de esto y pensamos que son comentarios que siempre hemos escuchado y no nos calan. Y oye, que si no te calan ni hacen sentir mal, chapó. Pero llegan mucho más hondo de lo que puede parecer. Lo que ocurre es que los tenemos tan interiorizados inconscientemente que ya no nos damos cuenta de que los decimos, incluso sin hacerlo miramos sutilmente a alguien si le vemos comerse algo que consideramos prohibido, por ejemplo.
Frases como “este verano tengo que ponerme en forma” o “mejor no como esto que luego engorda” parecen casuales, pero calan.
En los adultos, generan culpa y desconexión. A veces se traduce en una sensación de falta de control: quizá en febrero solo te has tomado una cerveza un domingo de tardeo o un trozo de pastel en el cumpleaños de tu vecina Loli. Pero ahora un día estás en la piscina, al otro de viaje, el siguiente al fresquito… y sientes que son demasiados “caprichos”, y más en esta época que todo el mundo afirma que te tienes que controlar.
El exceso de control a veces lleva a situaciones y enfermedades muy graves, eso lo sabemos todas. Pero aunque no fuese así (y ojalá), si te está haciendo sentir mal y limitando, ya te está influyendo. Te está haciendo no disfrutar de esas patatas fritas porque sientes culpa. Te está haciendo perderte planes. Te lleva a sentirte mal casi hagas lo que hagas. Si pides agua y ensalada sientes (y a veces es verdad) que te miran raro. Si te pides un hamburguesote vuelves a sentir (y vuelve a ser verdad) que también te juzgan. Si te pones algo ajustado se te notan los michelines pero si te lo pones anchote “pareces más gorda” Y las dos sabemos que puedo continuar, y continuar. Quizá (y repito, espero por supuesto que así sea) no tengas un problema grave de salud. ¿Pero de verdad crees que esto no merma drásticamente tu bienestar? ¿De verdad para ti esto es salud? ¿O eso es salud para otras personas? Probablemente no lo sea para nadie. Te hace olvidarte de tu cuerpo. Y ya sabes que hablo siempre de conectarte con él, con sus necesidades y sensaciones. Te hace vivir con el foco fuera. Y (primer spoiler): hagas lo que hagas va a estar mal para la sociedad. Además de eso (segundo): vas a dejar de disfrutar y hacer lo que de verdad te salga del corazón. No merece la pena, creéme.
Si esto a nosotras nos influye, ¿qué hay de los niños? Somos su modelo. Estas actitudes construyen creencias que marcan su autoestima y su relación con el cuerpo. Tenemos que cuidar qué les estamos enseñando diariamente. Ellos están mucho más abiertos a cualquier información y son más finos intuitivamente. Si encima viene de sus adultos de referencia, tomarán como verdad afirmaciones que pueden llevarlos a sentirse muy pero que muy mal con ellos mismos, y a hacer sentirse fatal a otros.
3. Cuidar el cuerpo no es lo mismo que controlar el cuerpo
La salud no es solo lo físico. También es mental, emocional, social. El problema no está en querer cuidarnos, sino en hacerlo desde el rechazo, desde la culpa o desde la comparación. Por supuesto que no estoy defendiendo una cultura que normalice la enfermedad (que es al fin y al cabo en la que vivimos) Claro que hay que cuidarse, claro que tenemos que apostar DIARIAMENTE por nuestra salud y bienestar. Pero, como todo, depende del enfoque. Del lugar desde el que lo hagamos.
No quiero el cuerpo de María o el trabajo de Pedro o la pareja de Ana. Quiero el cuerpo, el trabajo y la pareja que YO elija. Y quiero elegirlos desde el amor. Y desde mis elecciones e intereses. Desde lo que a mí me hace bien. Hay quien bebe un vaso de leche y se siente genial, a mí me da dolor de cabeza. Cuando nos conocemos y nos queremos lo sabemos. Sabemos qué no nos viene bien. Y ante la duda, siempre la respuesta va a estar en escucharnos. Cambia (o no) desde el amor, no desde el rechazo.
Yo soy tremendamente feliz desayunando frutos rojos con yogurt vegetal y frutos secos. Y también lo soy cuando me como una napolitana con mucho (mucho) chocolate. Me siento sana cuando le doy a mi cuerpo un té fresquito que me da energía y desinflama. Pero también siento que es salud beberme un rebujito hartándome de bailar en una feria con la gente que quiero. Tu cuerpo va a cambiar, obviamente. No quiero el cuerpo de mi Alba de 5 años, ni el de 15, ni el que tendré con 50 o con 90. POR SUPUESTO que será distinto (sería raro que no fuese así jeje) Por supuesto que cogeré peso por razones mejores o peores. Por supuesto que adelgazaré por lo mismo. Tendré estrías, me arrugaré, se me irá cayendo todo… Eso es simplemente VIVIR.
4. ¿Qué aprenden los niños cuando oyen hablar del cuerpo?
La infancia es observadora. Todo lo que escuchan (y ven) les enseña a juzgar o a aceptar su cuerpo.
Enseñar esto a los niños cambia su relación con la vida para siempre. Anima a no prohibir alimentos ni etiquetar de buenos o malos. Lo mismo con las personas, con los trabajos, con los gustos… Déjale que explore, que sepa qué le gusta y le apetece y qué no.
Puedes decirle: “estas nueces son geniales para tu cerebro” o “si comes mucho chocolate te va a doler la barriga” Y debes hacerlo, pues con estas frases, así formuladas, le estás enseñando a cuidarse, a darse lo que necesita y no pasarse con lo que le puede dañar.
Si lo formulas tipo: “tienes que correr más que eres el más gordito de clase” o “tu hermano que coma lo que quiera, pero tú eres chica y así no vas a encontrar novio” Pues…como comprenderás, la influencia no es la misma. Con estas frases para empezar le estás haciendo daño (y no poco) y para seguir le estas trasmitiendo unas creencias y valores que le van a condicionar mucho su vida, y el cuidado de su cuerpo y relación con la comida.
5. Educar desde el respeto: hacia el cuerpo, hacia la comida, hacia uno mismo
Quiero pensar, y de verdad, en el fondo lo pienso, que casi siempre hacemos esto inconscientemente, desde lo que nos han enseñado, desde lo que creemos, pensando que es inofensivo, sin maldad.
Como toda creencia arraigada, cuesta quitársela. Y hay muchas maneras y es un trabajo complejo. Pero siempre la primera parte es la CONSCIENCIA. Si te sale automático, párate antes de decirlo en voz alta. Corrígete si ya lo has hecho. Reflexiona después incluso comentándolo con las personas que estés, mejor aún si son tus hijos y les enseñas a pensar sobre sus actos y corregirse.
Solamente te voy a pedir eso. Respetemos. Siempre habrá personas que piensen otra cosa (menos mal) y tomen otras decisiones (afortunadamente) Si hacemos un comentario o damos un consejo: primero, solo después de que nos lo pidan. Segundo: hagámoslo desde el amor, con amor, invitando a cuidarnos y aceptarnos.
No juzguemos, no comparemos, no presionemos. No vas a poder controlarlo todo, ni de ti ni mucho menos del resto. Ni debes. Hazlo lo mejor que sepas y cuídate.
De nuevo, el mejor recurso educativo es el ejemplo. Enséñale a ser respetuoso con su cuerpo y con el resto. Dile a alguien que está muy guapa con ese vestido (sin añadir: desde que estás más delgada o porque te disimula los michelines) Comenta la alegría que sientes cuando ves a alguien disfrutando de comerse un bollo. Cambia lo negativo por lo positivo, o al menos, mantente en silencio.
Es importante educar teniendo en cuentas estas cosas. Aunque mi artículo de parezca menos enfocado a la infancia, todo lo está. Somos las adultas quienes tenemos que dar ejemplo y el principio de cuidar su salud y su cuerpo ocurre en los primeros años, con lo que viven y sienten.
Si te ha gustado comparte con aquellas personas que creas que pueden estar interesadas. Solo con hacer un cambio cada día, cada persona, ya sería un cambio brutal. Comparte respeto, comparte amor y salud, eso siempre siempre va a ser buena idea. Puedes apoyarme en RRSS e informarte de mis cursos y formaciones en esta web.
Gracias por leerme y apoyarme, te abrazo muy fuerte. Sea cual sea tu cuerpo. Sea cual sea tu estado de salud. Sea cual sea tu estado de ánimo. Tu trabajo. Tu familia. Tus hobbies. Tus vínculos. Te abrazo, abrázate y abraza tú también.
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